Por: Jorgelina Hiba
La quema de pastizales para regenerar pasturas para el ganado es una vieja práctica que se realiza en las Islas del Delta del Paraná desde el siglo XVII. En las últimas dos décadas, lo que era un manejo limitado a pequeñas explotaciones familiares o de subsistencia se convirtió en un problema ambiental para la zona del Delta del Paraná, que de la mano del boom de precios agrícolas de los años 2000/2010 y de la facilidad de acceso que generó el puente y la ruta entre Rosario y Victoria vio crecer aceleradamente la cantidad de animales en la zona.
Rubén Quintana, investigador principal del Conicet, profesor asociado en la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y director de la Fundación Humedales, explicó que la ganadería es la actividad productiva más extendida en el Delta abarcando hasta “el 90 por ciento de la superficie del territorio”. “Es muy importante en cuanto a extensión, incluso en las zonas forestales se hace ganadería a cielo abierto o manejo silvopastoril con forestaciones de álamos”.
Además de las quemas, otro problema ambiental asociado a la ganadería de Islas es el endicamiento y contrucción de terraplenes. Durante los últimos cinco años la transformación del Delta del Paraná por la acción humana se aceleró a causa de la construcción de endicamientos que, según los relevamientos más recientes, ocupan un total de 247.168 hectáreas, el 12,36% de la superficie total. Los terraplenes también se convirtieron en parte del paisaje del humedal, ya que existen 6.913 segmentos de ese tipo de construcción artificial con una longitud total de 8.893 kilómetros.
Estos datos se desprenden del documento “Actualización y profundización del mapa de endicamientos y terraplenes de la región del Delta del Paraná” publicado por la Fundación Humedales. “No estamos en contra de la ganadería, que puede ser una opción productiva, pero hay que hacerla de manera tal que no genere estos problemas”, sintetizó Quintana.
Salto de escala
El trabajo “Humedales del Delta del Paraná, indicadores para evaluar la sustentabilidad de la actividad ganadera”, elaborado hace algunos años por el Taller Ecologista de Rosario, menciona que en los últimos 25 años se registraron importantes cambios. “El proceso de agriculturización generó el desplazamiento de un importante porcentaje de la actividad ganadera desde la Pampa Húmeda hacia tierras consideradas marginales, como los pastizales inundables del delta” dice el documento.
La apertura de la conexión vial Rosario-Victoria en 2003, la elevada productividad natural de estos ambientes y el alza de precios de los commodities de los primeros años de este siglo “condujo a la transformación del tradicional sistema de ganadería extensiva estacional en uno de ocupación permanente”. Según detalla la investigación, entre 1997 y 2007 se pasó de 160 mil a 1,5 millón de cabezas” con el consiguiente efecto de sobrepastoreo, erosión de suelos y afectación de la biodiversidad”.
Para Quintana, el pico de cabezas de ganado en el Delta se dio en torno al año 2007 cuando llegó a haber entre 1,5 y 2 millones de animales, un contraste enorme con las cifras de la década de los ’90 cuando se contaban no más de 160 mil cabezas. “Se produjo un salto muy importante de la mano de un cambio en los modelos ganaderos”, señaló, para aclarar que según los últimos datos disponibles (2014) había alrededor de un millón de cabezas.
“La ganadería llegó para quedarse, y si bien hay lugares donde el ganado entra y sale en otras partes se han hecho obras para que pueda permanecer allí todo el tiempo”, agregó.
Una región única
La región del Delta del Paraná constituye una planicie inundable con características biogeográficas y ecológicas únicas en la Argentina. Más del 80% de la superficie de la región está cubierta por praderas de herbáceas, pajonales y pastizales, mientras que los bosques nativos cubren apenas el 4% de la superficie.
El eje fluvial es además un corredor biológico para la migración de flora y fauna tropical hacia zonas templadas “generando una yuxtaposición de comunidades bióticas de orígenes diversos como el chaqueño, paranaense, pampeano y mesopotámico.
El trabajo del Taller Ecologista destaca que, desde el punto de vista productivo, “las islas ofrecen abundantes pasturas y agua de alta calidad, lo que hace posible desarrollar allí el ciclo completo de producción bovina”.
Algo se prende fuego
Según esta investigación “prácticamente todos los productores utilizan el fuego como herramienta para el manejo del pastizal”. El objetivo es eliminar la biomasa seca acumulada y permitir el rebrote de las especies de primavera-verano, así como “limpiar” sectores de difícil acceso.
Los expertos sugieren que las quemas “deberían hacerse con sumo cuidado, en sectores restringidos y bajo estricto control, ya que debe tenerse en cuenta que la quema altera o destruye en muchos casos los microambientes que utilizan las especies de la fauna para nidificar, refugiarse o alimentarse”. “Las quemas reiteradas e intensas eliminan además números especies de flora, afectando también la estructura del suelo y su biota”
En la misma línea avanzó el razonamiento de Quintana: “el fuego siempre estuvo asociado a esto porque es una forma de generar rebrotes tiernos. Ha sido un factor de disturbio recurrente en la región, y cuando se acumula mucha biomasa seca como ahora puede descontrolarse” dijo, para agregar que las quemas “no son una buena herramienta en la forma en la que se hacen y debería repensarse para el Delta un sistema de quemas planificadas, ya que es un ambiente muy particular”.