Delta en llamas: ya se perdieron unas 300 mil hectáreas, unas 16 veces la superficie de Rosario

Por: Jorgelina Hiba

El año 2020 es el año de todos los peligros. Pandemia, cuarentena, sequía extrema y la bajante más pronunciada en 60 años armaron un escenario explosivo donde la mano del hombre se encargó de encender la mecha: en los primeros nueve meses del año más de 300 mil hectáreas de los 2 millones que componen el Delta del Paraná fueron afectadas por el fuego. Una dimensión enorme todavía difícil de cuantificar desde la pérdida de biodiversidad y afectación al ecosistema.

Así lo explicó Néstor Di Leo, investigador y docente en Agrarias de la UNR y parte del Observatorio Ambiental, quien puntualizó que en todos los casos las quemas fueron de origen antrópico (generadas por el humano) y que, en su enorme mayoría, fueron intencionales al detectarse un patrón que no corresponde a incendios desatados de manera accidental.

Para el especialista, este año dejará un balance más grave incluso que 2008, el anterior gran episodio de quemas, ya que la prolongada bajante del río dejó sin agua al 93% de la superficie del Delta, algo que no ocurrió de igual manera 12 años atrás.

Metodología de trabajo

Una de las maneras en las cuáles se hace el monitoreo es a través del registro diario de presencia de focos en el territorio que se hace con satélites que tienen sensores térmicos. Es una tecnología de “alta repetitividad” ya que captura imágenes cuatro veces al día con satélites que relevan información y que pertenecen a la Nasa.

Se trata de una información que se renueva día a día y que es de acceso público, aunque si el día está muy nublado la información no se registra por lo que pierde rigurosidad. Por eso, se busca complementar eso con la información brindada por otros sensores remotos con mayor resolución espacial, como drones e imágenes satelitales de otro tipo.

Estas imágenes pueden servir como elemento probatorio para adjudicar responsabilidades legales en las investigaciones que la Justicia lleva adelante por las quemas, si se cruzan datos para buscar la titularidad de los dominios.

Nueva estación de control

Desde el Observatorio ambiental de la UNR la idea es instalar, muy probablemente en la reserva municipal Los Tres Cerros, una estación de monitoreo ambiental con sensores que permitan captar datos del ambiente, así como una estación meteorológica que registre viento, temperatura y otras variables para complementar la información de los satélites.

“Esto nos podría ayudar por ejemplo a intentar establecer donde estuvieron los focos iniciales y su propagación. La idea es que la Universidad disponga de una estructura de monitoreo potente sobre lo que sucede ambientalmente en esa estación”, puntualizó el especialista.

Patrón de quemas

Di Leo señaló que en la enorme mayoría de los casos, alrededor de un 90 por ciento, se observa un patrón inicial de quemas donde si bien los focos están distribuidos luego se agrupan. “Quienes conocemos el ambiente de islas y sabemos que el fuego es una herramienta de manejo que, aunque no sea adecuada, se usa, sabemos cómo se hace para prender fuego un pastizal”.

En casi todos los casos lo que detectaron fue que aparecen focos agrupados en un ámbito acotado que sigue una trayectoria, que puede asociarse al recorrido que hace una persona o un grupo de personas a cargo de empezar con el fuego. Luego, esos focos convergen y se generalizan. “Puede haber algún fuego accidental, pero en todos los casos son antrópicos y no naturales. En la gran mayoría vemos un patrón, y en esos casos es evidente su intencionalidad”, dijo el ingeniero agrónomo.

2020, el año de todos los peligros

Este año una serie de factores se conjugaron para trazar un escenario explosivo: la peor sequía de la última década y la bajante más extrema en 60 años secaron el valle y el Delta del Paraná a niveles pocas veces vistos.

En ese sentido, Di Leo explicó que en los últimos meses la cobertura de agua que tiene el humedal del Delta (que es una interfase entre tierras emergidas y sumergidas) apenas roza el 7%, cuando su promedio ronda el 40%. “Esto significa que en esta coyuntura hay un 30% más de campo o de tierra no cubierta por agua donde en el verano pasado, ya con el río bajo, creció el pasto. Tenemos más superficie y más biomasa para quemar, lo que convierte a la situación de 2020 en más grave incluso que la de 2008”, sintetizó.

Con ese marco, las estimaciones de superficie quemada en el Delta del Paraná lo que va de 2020 están entre las 300 y las 330 mil hectáreas sobre los 2 millones totales, unos 3 mil kilómetros cuadrados al menos. “Se trata de una superficie muy alta y nos indica que aun queda mucha superficie por quemar, debemos extremar la prevención porque el problema puede seguir”, concluyó.