“Los progresismos sudamericanos siguen enquistados en el extractivismo”

Por: Jorgelina Hiba

Con teoría clara y mucha práctica en el territorio, la psicóloga y ecologista ecuatoriana Fernanda Soliz (que trabaja en la Universidad Andina Simón Bolivar y es visitante regular de la cátedra de Salud Socioambiental de la facultad de medicina de la UNR) transita el camino que lleva a la construcción de una (buena) salud colectiva de las personas y de los ecosistemas.

Para esta investigadora y docente epidemióloga salud y territorio son una unidad, partes de un mismo todo que debe cuidarse con igual intensidad. Muy crítica de la falta de perspectiva socioambiental de los gobiernos progresistas de la región, sostiene que la agresión a los territorios y a las comunidades son crímenes de Estado que, alguna vez, deberán ser juzgados.

¿Qué significa dedicarse a la salud colectiva desde una perspectiva crítica?

En América Latina hace años surgió una corriente contestataria del modelo médico hegemónico, un enfoque de medicina social con el acento puesto en la salud colectiva y la epidemiología crítica que cuestiona las aproximaciones reduccionistas de la salud. Con el tiempo cobró una fuerza doble: una teoría con sólidos anclajes epidemiológicos y una fuerza militante que crece en espacios sociales que reivindican el derecho a la salud y a la vida digna entendiendo el lazo entre salud y territorio.

El concepto de territorio es clave…

Así es, entendiendo al territorio como el espacio socio-natural de un grupo social en un contexto de naturaleza intervenida, transformada. Desde allí nace la necesidad de construir estos otros modelos, porque no hay salud posible sin justicia social y ambiental.

¿Cómo interpretan esto las fuerzas políticas de la región?

La izquierda y la derecha han coincidido en un extractivismo depredador, en la región los gobiernos llamados de izquierda fueron extractivistas y lo siguen siendo. El extractivismo agroindustrial pone en juego el patrimonio genético de la humanidad y eso no es cualquier cosa.

¿De qué manera repercuten esto sobre la salud?

Estos modos de producción han modificado los perfiles epidemiológicos de las poblaciones más vulnerables, donde la aparición de enfermedades crónicas como la obesidad y la diabetes ha crecido mucho en estrecha relación con la forma de alimentarse y el modelo agroindustrial. Otra preocupación es lo que genera la minería y el petróleo con sus zonas de sacrificio. Allí también trabajamos desde la salud colectiva para poner luz sobre esas conexiones. El discurso de la salud es importante porque todos precisamos y queremos estar sanos, y eso implica transformar modos de vida y procesos productivos.

¿Cuán fuerte es este movimiento a favor de la salud colectiva en América Latina?

Hay un movimiento latinoamericano muy fuerte, hemos sido muy rigurosos en la construcción académica ya que la ciencia modesta no debe perder el rigor. Hemos logramos cierta ciencia popular, hemos adquirido una respetabilidad en base a un trabajo serio y a los gobiernos no les queda más que tomar conciencia. Además se han ido formando organizaciones sociales muy fuertes, por lo que tenemos una construcción que se dá desde arriba y desde abajo con el eje del derecho a la salud y su relación con los ecosistemas.

¿Tienen una deuda los progresismos en relación con los extractivismos?

Para nosotros este extractivismo es otra forma de terrorismo de Estado. En el caso de Ecuador, por ejemplo, el correísmo fue muy reconocido como anti imperialista afuera, mientras hacia adentro vivimos terrorismo de estado hacia los ecologistas y los indígenas. Los progresismos asumieron algunas banderas de la izquierda pero aplicaron neo extractivismo. Todas las violaciones a los derechos de la naturaleza fueron escondidos y silenciados por lo que también hay que reconocerla como víctima de terrorismo de estado, y los progresistas deberán asumir esta responsabilidad histórica por acción u omisión. Ahora debemos ser muy rigurosos en la recogida de datos para cuando se vea más claro todo poder exigir justicia y reparación. Los progresismos siguen enquistados en el extractivismo, de hecho el mayor enemigo de este progresismo no fue la derecha si no los grupos ecologistas, los pueblos originarios y cierta izquierda, o sea los grupos que piden un cambio en el modelo de desarrollo.