Por: Laura Vilche
El encuentro deportivo se había anunciado por todos los medios como el gran partido y el primero; el que prometía ser el más el colorido y singular. Los mosquitos se lo comentaron en cadena y meta zumbido a las moscas, a los alguaciles, abejas, avispas y mariposas. “Zzzzzssszzzzzzsssssszzz”, se escuchó. La noticia también llegó a los picaflores que se lo susurraron con aleteos frenéticos al resto de los pájaros. “Plifplifplaf” y “pío pio pa!” (es que transmitían la buena nueva con las alas y con los picos). Y cuando se enteraron los bichos bolita y las hormigas, les contaron a las lombrices, gusanos y a los geckos (acá pedimos disculpas porque no entendemos el lenguaje de los bichos que andan al ras del piso o bajo tierra).
Rápidamente todos en las plazas, parques y jardines se enteraron del Primer Partido Nacional de Fútbol Femenino entre Vaquitas de San Antonio en el estadio Insectario Nacional “Mariquita”. Un duelo de alto nivel profesional porque el equipo ganador clasificaría para un partido sudamericano entre vaquitas nacionales y chinitas, chilenas. El plantel victorioso competiría con las catarinas, de México y así y así hasta llegar a la Copa Mundial “Coccinadalle”, con estadio a confirmar. El equipo de las multicolores Harmonias Asiáticas, las que se presentaban como las rivales más peligrosas en el ataque a nivel internacional.
Pero volvamos al primer partido que se jugó en el insectario nacional de Argentina, una cancha completamente iluminada por bichos de luz, donde las jugadoras de caparazones abovedados y veloces patas cortas eran de las mejores del país. Sólo había tres de un lado y tres del otro (sí los equipos son poco numerosos porque cada vez hay menos Vaquitas de San Antonio en todo el mundo, son futbolistas en peligro de extinción).
Los equipos eran, por un lado, las Harmonias, con camisetas a pintas naranjas y negras, muy similares a los colores de Atlanta. Por otro, las Eriopis, tricolor, con manchas rojas y blancas sobre sus caparazones negros, las que contaban con la ovación de varios simpatizantes de Chacarita.
El duelo se dio en una noche de verano magnífica en la que se respiraba un aire espeso por la tensión previa al partido. El estadio estaba lleno de hinchas con arlequines multicolores sobre las antenas y banderines en las alas. Algunos simpatizantes llegaban en cuatro patas, en cien o arrastrándose. También había hinchada con banderas cubriéndoles los caparazones tanto en uno como en otro equipo. Y ensordecían con sus insectívoros cantos: “¡¡¡Borombombonia, borombombonia, somos las hinchas de las Harmonias!!!”, vociferaban unas. “Y ya lo veeee y ya lo ves, las Eriopis ganaremos otra vezzzzzzz!!!!”, contestaban las otras.
Entre las plateas recontrallenas de bichos, pájaros y pajarones, caminaban las vendedoras de refrescos. Eran las arañas, que llevaban botellas de néctar, en controlado equilibrio, una en cada pata. Y entre los barras, los insectos más bravos, estaban los escorpiones listos para tirar polen al aire para molestar a todos antes de comenzar el partido.
En el centro de la cancha, el árbitro: un pulgón, codiciado por todas las Vaquitas de San Antonio por igual y garantía de que no favorecería a ninguno de los dos equipos. En sus manos un ácaro como pelota, y el silbato.
Llegó el momento del inicio. El pulgón pitó fuerte y dio comienzo el partido. El puntapié inicial loejecutó la delantera de las Harmonias por el centro, le pasó el balón por la derecha a una de sus compañeras que se llevó al ácaro entre los pies por el lateral y a toda velocidad y cuando estaba por entrar al área rival, le salió con los botines de punta una de las defensas de las Eriopis. ¡Foul fuera del áreal!!!!! Y pitazoooooo del Pulgón. Silbidos y palabrotas en la platea de las Eriopis y aliento en las Harmonias.
Tiro directo al arco.
Una de las Vaquitas Harmonias se acercó con la mirada fija al balón, se levantó las medias naranjas y negras con rigor y midió el arco de reojo mientras la arquera de las Eriopis se acomodaba bajo los tres palos a los saltos para poner nerviosa a la rival.
Silencio en el estadio, tensión.
La Harmonia tomó carrera a toda la velocidad posible, pateó de zurda y colocó al ácaro, totalmente mareado, en la punta del arco contrario.
“
Tanto fue el griterío que en un momento se prendió una luz que no era la del estadio. Se escucharon pasos, refunfuños e insultos Todos los hinchas del estadio levantaron las cabezas hacia arriba; todos dentro y fuera de la cancha con sus distintas camisetas vieron cómo se acercaba un señor gordote y fornido, vistiendo pantuflas, pijama de bermuda floriado, camiseta y un aerosol en la mano.
La reacción fue unánime e inmediata. Jugadoras, árbitro, hinchas de un lado y del otro -con alas, con antenas, patas o no- y barras, se unieron en una gran manifestación y avanzaron hacia el señor que pretendía atacar al insectario y a todo su público futbolero.
Se le fueron encima en bandada. Directo a los tobillos peludos. Tan rápidos y organizados se le subieron que el señor no hizo tiempo siquiera a destapar el aerosol. Le caminaron por sobre las pantuflas, las pantorrillas y avanzaron al grito de:”¡¡¡Basta de insecticidas!!! ¡¡¡Basta de fumigar con porquerías que nos hacen tanto mal a todos!!!” ¡¡¡Basta, basta!!!
La avanzada del enjambre por las piernas del señor le provocó cosquillas, tantas, tantas cosquillas que el atacante dejó de decir palabras feas y empezó a proferir palabritas: “jiji, jirijiji….jeeeeeee jeje…jurujujuju” y movió todo el cuerpazo como si zapateara una chacarera. Tiró el aerosol vaya a saber dónde, pegó media vuelta y volvió sobre sus pasos a su casa a risotada limpia con alguna que otra roncha de hormigas y mosquitos.
Cuando el señor retrocedió todos abandonaron sus piernas y tobillos y trataron de volver al estadio. Pero ya nada fue lo mismo. Es que por el ataque defensivo los hinchas tiraron por los aires arlequines, banderas, banderines, botellas de néctar y polen al campo de juego que quedó hecho un desastre.
Las Vaquitas de San Antonio regresaron agitadas ya sin poder retomar el aliento. Y el ácaro-pelota, había aprovechado la trifulca para escapar de las patadas del partido y no había con qué jugar. Así fue como el encuentro quedó suspendido en el estadio “Mariquita” hasta nuevo aviso con el resultado parcial de 1 a 0 en favor de las vaquitas Harmonias, favoritas hasta ahora para jugar con sus pares sudamericanas y quien dice, llegar al Mundial. El partido quedó trunco pero fue una batalla ganada a los insecticidas que tanto mal le hacen a estos bichitos de la suerte y a todos, además del fútbol, por supuesto.