La línea de ribera del Paraná, el límite entre lo público y lo privado que nadie respeta

Por: Jorgelina Hiba

¿Cuántos metros de acceso a una playa pública y gratuita tienen los habitantes de Rosario? Entre clubes náuticos, bares de dudosas concesiones y espacios “público-privados” como la llamada “Florida paga” el espacio que debería ser de disfrute común es cada vez más pequeño. La enorme mayoría de los espacios públicos costeros sobre el Paraná están, de hecho, privatizados.

En un documento elaborado de manera conjunta por Humedales en Red, un conjunto de organizaciones ambientalistas que trabajan en las tres provincias que comparten el Delta del Paraná (Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe) en el marco del programa Corredor Azul de la Fundación Humedales/Wetlands internacional, se denuncia “el avance de una multiplicidad de agentes privados y estatales sobre espacios naturales que son de dominio público, o sea, que pertenecen a todos los ciudadanos”.

Se trata de obras que se realizan, de manera ilegal sobre las márgenes de los cuerpos de agua, sean estos ríos, arroyos, lagos o mares. “Establecida en el Código Civil y Comercial de la Nación y reglamentada por normas provinciales específicas, existe una línea invisible pero fundamental: la línea de ribera, que indica hasta dónde llega un cuerpo de agua”.

Desde Humedales en Red recordaron que el espacio contenido dentro de esta área “es de dominio público y contiguo a ella comienza el espacio que pertenece al dominio privado. Es decir, es una frontera entre lo público y lo privado; entre lo comunitario y lo individual. Establecer esa línea es una obligación de las provincias, que muy pocas veces es cumplida”.

Espacio público para provecho de unos pocos

Las organizaciones explicaron que, según el nuevo Código Civil y Comercial, es obligatorio dejar 15 metros libres de todo tipo de construcción dentro de su propiedad y contiguos a esa línea. “Debe quedar muy claro que está apropiación es ilegal y ningún privado adquiere derechos sobre los bienes de dominio público, incluso a pesar de que esa ocupación haya ocurrido hace muchos años, porque los derechos a su uso y goce siempre han pertenecido y pertenecerán a la sociedad”.

Además, desde Humedales en Red destacaron que “tampoco es un argumento válido aducir que la línea de ribera no estaba demarcada y tomar la propiedad que es de todos para sí mismo, ni el Estado puede vender bienes del dominio público, porque de acuerdo a la ley no pueden ser ni comprados ni vendidos, ni tampoco dados en concesión para actividades que los dañen (Art. 240 Código Civil) o limiten su uso público. Estos bienes deben ser preservados para el usufructo de las presentes y las futuras generaciones”.

Barrios privados

Un ejemplo claro de apropiación del espacio público para usufructo privado son los barrios de la cuenca baja del río Luján (Tigre, Escobar y Pilar en la provincia de Buenos Aires). Allí -según informa el documento- “al menos 10 mil hectáreas de humedales sucumbieron al relleno en manos de los desarrolladores inmobiliarios”.

Otro ejemplo citado por la investigación es el de Pueblo Belgrano, en Entre Ríos: “cuando empezaban a construir el barrio privado Amarras de Gualeguaychú, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó detener la construcción debido a la ilegalidad de la obra. Pero cuando llegó la orden, ya se había hecho el relleno y la destrucción de parte del valle de inundación del río Gualeguaychú y sus humedales

En Rosario, el avance y modificación de la ribera del Paraná por parte de los clubes náuticos “está convirtiéndose en una triste normalidad”. “Uno de ellos, aprovechando la bajante extraordinaria del río, está construyendo una caleta, otro ha realizado, con material para la construcción, un espigón que ingresa más de diez metros río adentro. Ambas obras, sumadas a muchas otras que han ido modificando la costa, alteran el delicado ecosistema costero y el paisaje ribereño de una ciudad que pretende atraer al turismo” señalaron los expertos.

Complejos turísticos

El trabajo también menciona al Estado municipal de San Pedro, que “asignándose una atribución que no le asiste, modificó la ribera del Paraná y creó una playa y complejo turístico, que eliminó los humedales del lugar y produjo derrumbes de la barranca lindera”.