Por: Jorgelina Hiba//Foto: Silvina La Calamita, municipalidad de Rosario
En una Feria del Libro llena de actividades, chicos, convivencia democrática y diversidad bajo todas sus formas, la charla de la escritora y activista socioambiental Gabriela Cabezón Cámara destacó como un espacio para repensar no solo la literatura, sino también -y sobre todo- las relaciones entre todas las formas de vida que cohabitan en el planeta Tierra. Bajo el fuego de la crisis climática global, hubo tiempo y espacio para hablar y escuchar sobre la actualidad de los pueblos originarios, la tensión socioambiental que generan los extractivismos y el lugar de la narrativa en todo eso, no solo como sitio de denuncia o alerta sino como lugar de resistencia desde la belleza. “Cuando hago las aventuras de la China Iron no estoy haciendo una denuncia sobre la devastación de la llanura, estoy contando cómo puede ser la llanura si no está devastada, estoy contando la belleza infinita y eso también es una manera de hacer”, dijo.
La crisis, aquí y ahora
Para la escritora, la necesidad de tener un horizonte de expectativas “diferente al de un apocalipsis” es evidente, pero -se sabe- “es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. “Esto es así, está pasando, no les voy a contar a ustedes que estuvieron respirando humo en una especie de crematorio infinito biocida genocida. No sabemos qué enfermedades saldrán de esos dos años de respirar humo lleno de partículas de animales incinerados”, dijo, para recordar que la región atravesó la bajante del Paraná más larga de la que se tenga registro histórico.
“Naciones Unidas dice que pasamos del tiempo del calentamiento al de la ebullición, no es joda, estamos viviendo una crisis planetaria, por lo menos para todas las formas de vida complejas del planeta, de la cual somos parte”.
Resistir, crear, tejer comunidad
Mientras avanzaba en su conversación, Gabriela Cabezón Cámara se preguntó: “¿Cómo resistimos si no nos podemos imaginar ninguna otra posibilidad? Tenemos que imaginarnos posibilidades, otras formas de asociarnos para saber cómo vamos a sobrevivir a esto, desde la literatura por supuesto y desde las comunidades concretas”. En ese punto dijo: “la resistencia que hubo en Rosario a los incendios fue enorme, hermosa, inspiradora, conmovedora, es muy emocionante como resistieron a algo que sucedió por decisión de muy poca gente con la connivencia, complicidad y apoyo de todos los poderes públicos en mayor o menor medida”.
En su trabajo literario estas comunidades aparecen “de múltiples maneras”. “Escribo sobre esto a conciencia, queriéndolo hacer, por eso mis textos están lleno de citas con distintos registros y voces. Ahí hay una comunidad, desde esa diversidad busco canciones y voces de otros siglos, en esa mezcla hay una comunidad”.
“La vida en la tierra es una comunidad, es un tejido hecho de diversas especies y seres y nosotros somos una comunidad. No existiríamos sin los millones de bacterias y microbios que tenemos en el cuerpo que no son humanos, son otras especies, somos un planeta caminando cada uno de nosotros, con adentro otro planeta. La vida es una comunidad, con sus enormes diferencias”, apuntó.
El encuentro con la naturaleza
¿Cómo llegó ese primer contacto con el mundo natural? La escritora y activista socioambiental contó que cuando tenía 17 años, en el Tigre, “vio pasar a unos viejitos remando” y se dijo a si misma que si ellos podían remar, ella también. “Empecé a remar en el rio, a sentir la vida del rio, remé de noche y lo sentí como un animal vivo sobre cuyo lomo yo me iba deslizando como una pulga en el pelaje de un perro, sin picarlo, en el kayak. Empecé a entender que era parte yo de eso, yo y todos, de la vida, empecé a sentir ese tejido, como cuando cobrás conciencia de algo y después ya no hay vuelta atrás”.
“A lo mejor es incómodo, es como cuando cobré real conciencia del feminismo, del lugar de la mujer en la sociedad. Me cuesta decir la naturaleza, diría la vida, lo que somos nosotros también, me pasó lo mismo, empecé a entender que todo es un tejido”.
Clima, litio y capitalismo
“¿Si la temperatura del mar se eleva más y si se mata a las ballenas, si no están los bichitos, cómo carajo vamos a vivir? Si siguen regalándole toda el agua del país a pocos, desertificando zonas enteras por eras geológicas, ¿cómo vamos a vivir sin agua? ¿Qué negocio es el 3% de regalías que pagan las empresas litieras en Argentina, según sus propias declaraciones juradas?” se preguntó y preguntó a todos durante la charla en el auditorio Angela Gorodischer.
Y esbozó algunas respuestas posibles: juntarse, armar comunidad. “El juntarnos para proteger algo que en primera instancia es nuestra vida va generando afecto, con sus complejidades. En el tejido de la vida tenés relaciones políticas con las otras especies también, tiene que haber una relación razonable con las otras especies, no las podés exterminar, no las podés privar de la vida. Hay una cosmopolítica que permite pensar las relaciones entre especies”.
La relación con los pueblos originarios
Cabezón Cámara contó que hace un tiempo estuvo en el norte de Salta, en territorio Wichi, donde el tejido social es muy duro y el estado de precariedad y pobreza al que han reducido a los pueblos originarios “es arrasante”. “Pensamos el genocidio indígena como algo acontecido en la colonia, muéstrenme cuando dejó de pasar, cuando el Estado argentino dejó de hacer lo mismo que España, y ahí charlamos”.
La autora contó que allí tomó contacto con un grupo de mujeres que llevan adelante un proyecto llamado “Thañí viene del monte”. “Esas mujeres venden belleza, diseño, el olor del monte. Van a buscar el chañar, lo hilan, hacen un largo proceso y fabrican paños, carteritas, muchas cosas. ¿Qué valor de mercado tiene algo hecho así? Son artistas, son una belleza”. También contó que las mujeres le dijeron que hay días en los que no se puede ir al monte a sacar chañar, como cuando están menstruando o cuando pasa determinado pájaro. “Tienen restricciones porque eso es una cosmopolítica, eso significa una autolimitación que se hace la cultura Wichi para no exterminar al chañar del monte. Eso es una construcción política y una convivencia de diferentes que está organizada en base a cuestiones que no nos parecen tan racionales, quizá, pero evita reventar una línea de vida. Eso es una convivencia entre diferentes, en donde la vida sigue”.
El norte, el sur y El Dorado
Sobre la relación entre el presente extractivista de los países periféricos productores de materias primas y la demanda de los países ricos para satisfacer su transición energética, opinó que “el norte global tendrá sus autos eléctricos pero el cambio climático es global también, primero sufriremos nosotros que somos pobres y no tenemos infraestructura, pero nos llega a todos”.
“Esta visión siempre eldoradista de la historia es tremenda, es un El Dorado que nos va a salvar, como pasó con el cerro Rico de Potosí que igualmente -debo decir- dejaba mas plata en el Alto Perú que lo que deja el litio ahora en Argentina”. Y agregó: “siempre está esta visión de que nos va a salvar la soja por ejemplo, y yo solo veo deterioro social y más pobreza, o ahora el litio, o antes y ahora el petróleo. La mirada economicista no está contando otras cosas, lo que deja de existir. Calculame esa pérdida económica, calculame todo, porque estás haciendo mal las cuentas. La visión eldoradista es mentira, es porque no pudimos ni podemos dejar de ser colonia aun”.
Contar la belleza
¿Cómo aparece en la literatura todo eso? Según Cabezón Cámara “está apareciendo en la literatura del sur de un montón de maneras” muchas veces no tan lineal, “más enrulada”. “Selva Almada tiene en “No es un rio” mucho sobre el rio, pero tiene una escena en la cual uno de los personajes, Aguirre, imagina a una raya danzando en la entraña del rio y esa es una manera de hablar de esto, y es bellísima”, dijo.
Y también dijo esto: “Cuando hago las aventuras de la China Iron no estoy haciendo una denuncia sobre la devastación de la llanura, estoy contando cómo puede ser la llanura si no está devastada, estoy contando la belleza infinita y eso es una manera de hacer”.