Por: Fernando Martínez, ingeniero agrónomo (Inta Casilda)
El 7 de julio se celebra el día nacional de la conservación del suelo establecido en 1963 por decreto de la presidencia en memoria de Hugh Hammond Bennet, un ingeniero agrónomo estadounidense, hijo de chacareros, reconocido mundialmente como el “padre de la conservación de suelos” por sus contribuciones para solucionar los problemas de erosión y degradación. Bennett visitó varias veces Argentina, recorrió parte de nuestro país y contribuyó a la formación de los “sueleros”, como designamos a los técnicos especializados en suelos.
Todos los años, para esta fecha, se multiplican las actividades de los sueleros: charlas, conferencias, seminarios, jornadas a campo, artículos periodísticos y entrevistas con el sano y loable objetivo de instalar la problemática de los suelos argentinos en la sociedad y proponer soluciones, siempre bajo la advocación de Bennett. Hace muchos años que los sueleros alertamos, proponemos, suplicamos, que la sociedad argentina tome conciencia de este aspecto de la realidad nacional y que se actúe en consonancia frente a tamaño problema.
Sin embargo, nunca se relata y analiza el marco en el que Bennett desarrolló su actividad en Estados Unidos, logrando un suceso que nunca se había dado en la historia humana: revertir la tendencia degradatoria del recurso a gran escala. Bennett decía: “los estadounidenses han sido los mayores destructores de la tierra de cualquier raza o pueblo, bárbaro o civilizado” y pedía “un tremendo despertar nacional a la necesidad de actuar hacia la mejora de nuestras prácticas agrícolas”.
Conocer y entender los aspectos que impulsaron y determinaron el éxito de la gestión de Bennett es un ejercicio necesario; desconocerlos es continuar en la estéril súplica de acciones concretas que nunca llegan.
Bennett comenzó trabajar como agente del Estado en 1903, apenas recibido. Su compromiso personal con el tema se acentuó a partir de 1920 y en 1928 publicó un libro: “Soil erosion: a national menace” (Erosión del suelo: amenaza a la Nación). El diputado federal demócrata por Texas James Buchanan leyó el libro y se transformó en promotor de los postulados de Bennett.
Cuando Franklin D. Roosevelt asumió la presidencia de Estados Unidos en 1932 se rodeó de los mejores hombres de su país para refundarlo. Su política, conocida como “New Deal” (Nuevo Trato) permitió la recuperación económica y social de su nación, apoyada en la gestión estatal de promoción del consumo y control de la actividad económica privada, culpable de la crisis de 1929, en parte basándose en las teorías del economista británico John M. Keynes. En su equipo militaba el economista John K. Galbraith, licenciado en Economía Agrícola y Dr en Agricultura.
El elegido para ocupar el cargo de secretario de Agricultura (equivalente a nuestro Ministerio de Agricultura) fue el ingeniero agrónomo Henry Wallace Jr de familia chacarera como Bennett con quién tenía frecuente contacto en Washington D.C. El adjunto de Wallace era Rudford Tugwell, uno de los principales planificadores de la política económica y social de Roosevelt. Tanto Wallace como Tugwell apoyaban las propuestas de Bennett porque entendían la problemática y sus alternativas así también porque los planes de prevención y control de erosión y de forestación contribuían a la generación de empleo.
Wallace conoció y trató con George Washington Carver, quién había sido alumno de su padre en la Escuela de Agricultura de Ames, Iowa. G. W. Carver fue un adelantado al proponer la rotación de cultivos con leguminosas para reponer fertilidad de suelos, en particular fue el impulsor del cultivo de maní en los estados algodoneros del sur de EEUU. Carver fue el primer técnico que menciona a la soja como productora de biocombustible.
Contemporáneamente Aldo Leopold trabajaba en el estado de Wisconsin impulsando las mismas prácticas que Bennett y llevaron a la legislatura estatal de dictar la Ley de conservación de suelos en 1937. Obviamente Bennett y Leopold se conocían y compartían su preocupación por la problemática de suelos.
Fue en mayo de 1934, cuando en una histórica sesión de la Comisión de Agricultura del Congreso de EEUU, Bennett expuso con crudeza el desastre que la agricultura de su país ocasionaba al suelo. La consistencia de sus argumentos y la tormenta de polvo que se abatió sobre todo el este de EEUU disparó la acción reparadora. Todo el gabinete de Roosevelt estaba “en línea” para instalar la conservación de suelos en la agricultura estadounidense. Igual de impresionante fue la toma de compromiso personal del presidente para impulsar las propuestas de Bennett. Estas propuestas se elevaron a Política de Estado alcanzando a todo el país, realizando múltiples actividades de extensión, difusión, investigación, experimentación y educación. En uno de sus discursos Roosevelt declaró: “la nación que destruye su suelo se destruye a sí misma”.
El 13 de septiembre de 1933 se creó el Soil Erosion Service (SES) en el ámbito del departamento (Ministerio) de Interior que pasó a llamarse Soil Conservation Service (SCS) el 27 de abril de 1935 en el ámbito del departamento de Agricultura (USDA). Bennett fue su Director desde su creación hasta que se retiró en 1951. El SCS se transformó en Natural Resources Conservation Service (NRCS) en 1994, en presidencia de Bill Clinton (Servicio de Conservación de Recursos Naturales).
En solo dos años, entre 1935 y 1937, cerca de 40.000 productores aplicaron técnicas de prevención y control de erosión en 2,2 millones de hectáreas. En ese momento comenzó la revolución agrícola estadounidense, que aún no se ha detenido.
La obra de Bennett fue posible porque coincidieron los dos aspectos necesarios para llevar adelante la conservación de suelos a gran escala: liderazgo técnico y voluntad política, solo así puede construirse y consolidarse una política de estado en conservación de suelos. Hoy y aquí, los argentinos carecemos de ambas capacidades.