Activismo desesperado, doble moral, obras de arte y crisis climática

Por: Jorgelina Hiba (nota publicada en Aire de Santa Fe)

Durante las últimas semanas, jóvenes activistas ambientales revolucionaron las redes y la opinión pública a través de acciones contra obras de arte en diferentes países europeos y en Australia con un objetivo claro: alertar sobre la crisis climática que atraviesa el planeta y visibilizar este problema en los medios masivos de comunicación. La postal es parecida y el método casi idéntico: en Londresdos personas tiraron sopa sobre la obra Los girasoles de Vincent van Gogh expuesta en la National Gallery para después pegarse a la pared de ese museo; en Madrid, activistas pintaron con aerosoles “no nuevos combustibles” abajo de la obra “La última cena” de Giampietrino; en Florencia, dos activistas ambientales pegaron sus manos sobre el cristal que protege “La primavera” de Botticelli y colgaron un cartel que decía “La última generación: no gas, no carbón”

Con el objetivo de lograr impacto mediático largamente cumplido (las imágenes de dos chicos tirando sopa a un cuadro de Vincent Van Gogh dieron la vuelta al mundo) quedan preguntas sobre el método, su efectividad, su alcance y su resultado final: ¿generan estas acciones más rechazo que adhesión? ¿Se consigue la idea final de poner en discusión la crisis ecológica, o lo espectacular y polémico de la acción termina acaparando la atención del público? ¿Queda expuesta una doble moral donde importa más una obra de arte que la crisis ecológica del planeta?

Debate abierto

“Tenemos que romper las reglas y eso significa presionar los botones culturales para provocar, desafiar y conmocionar. Estas acciones hacen que la gente confronte lo que es una respuesta justificada a las amenazas que ahora enfrentamos”. Eso explicaron desde Just Stop Oil, una de las organizaciones que viene revolucionando el activismo ambiental occidental con estas acciones contra obras de arte. Ese grupo tiene un objetivo claro: lograr que el gobierno del Reino Unido paralice la entrega de permisos para la exploración, el desarrollo y la producción de combustibles fósiles.

Las miradas sobre la forma de la protesta abrieron debates y polémicas dentro del propio movimiento ambientalista. Para Beba Linaro, histórica referente del ecologismo en Rosario, se trata de una actitud negativa “que se gana el desacuerdo o el encono de la gente que ama el arte”. “La mayoría de los artistas han sido testimoniales de las injusticias de su época, han retratado la Inglaterra feudal y la España de las matanzas de animales. En la cultura inglesa muchos artistas, los paisajistas sobre todo, han denunciado no solo la parte decorativa de la ropa de lujo sino también las cacerías que hacían los ricos con los animales cautivos, ciervos zorros o jabalíes. Creo que es una actitud totalmente contradictoria y no reflexionada y que no es justa hacia artistas que también cuestionaban las injusticias de su época” dijo Linaro, que además de ser la responsable del refugio de animales silvestres Mundo Aparte es docente de Bellas Artes y pintora.

El fondo y la forma

Para César Massi, naturalista y referente de la Red Nacional de Humedales (Renahu), no está del todo claro el efecto que esta forma de protesta “extrema” genera en la población que aún no percibe la crisis climática como un problema propio. “Dicho esto, más me escandaliza el no hacer, lo que no se discute. Creo que el camino es otro y pasa por construir desde abajo, desde lo cotidiano, para reforzar el movimiento ambiental que aparece en lo civil, en los sindicatos, en los propios partidos. Pero eso no aparece tanto en los medios y esto, que es más extremo. No sé si esto funciona o no, veo que genera rechazo, pero también veo a un montón de gente opinando sin hacer nada, sin moverse, sin compromiso. Eso me jode más todavía que querer llamar la atención de esta manera”.

Para Cecilia Quaglino, activista ambiental e integrante del Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), reflexionó sobre lo disruptivo de estas acciones y el escándalo que generaron: “Duele ver que se atacan obras de arte, pero se ve que no nos escandaliza tanto que se pierda biodiversidad, ecosistemas, los cascos polares o que estemos llenando los océanos de basura. Nos escandaliza mucho más tirar comida a una pintura que sabemos que está recubierta con un vidrio que se puede limpiar”.

“¿Por qué activistas son llamados delincuentes mientras que del otro lado tenemos grandes compañías que están destruyendo la vida en el mundo y eso no parece escandalizar a nadie o a pocos? Apoyo estas acciones directas que ponen el foco en la doble moral de la Humanidad, esta doble vara que nos hace ser indiferentes ante los verdaderos daños que estamos generando”.

Una generación desesperada

Antonella Risso es especialista en crisis climática y su impacto en la salud y forma parte de la organización global Salud sin Daño. Desde su visión, la crisis climática es tan grande y el cambio que hay que llevar adelante tan desafiante que no sorprende que, en este contexto, aparezcan organizaciones lideradas por jóvenes con acciones disruptivas para llamar. “Es una generación que busca llamar la atención en un contexto de desesperación ante la falta de acción climática, eso veo en esta juventud que lleva adelante acciones en un determinado contexto al que se le presta menos atención que a la acción en sí misma”.

En su opinión, quienes trabajan o militan en causas ambientales saben que la naturaleza tiene un valor: “Que haya especies en peligro nos resulta una razón suficiente para actuar. Lo que hacen estos jóvenes es una forma de sensibilizar al que no se siente afectado por esto, de generar nuevas audiencias que entiendan la necesidad de cambiar profundamente el sistema para tener un futuro sano y justo”, agregó. “No venimos bien en resolver la crisis climática, en Argentina no podemos ni discutir la ley de humedales y en muchas regiones no respiramos aire sano. Entonces creo que todo intento no violento de alertar sobre esto vale la pena y estas expresiones de la juventud no son violentas, no generan daños a personas o especies. Son jóvenes tratando de llamar la atención con acciones directas no violentas”.