Por: Maxi Palazzi (politólogo de la UBA y especialista en Gestión Ambiental por la Unsam)
Alcanzado el primer 15% del mandato presidencial de Alberto Fernández, todo
análisis político que se pueda hacer sobre su gestión va a estar marcado por la
pandemia. La lucha contra el coronavirus unificó la diversidad de voces dentro del
gobierno, revitalizó la autoridad presidencial y monopolizó la agenda. Lo que quedó
por fuera de la coyuntura sanitaria tuvo un rol marginal, incluso temas centrales para
la política económica como la negociación de la deuda. En este contexto resulta complicado -y hasta en cierta parte injusto- hacer un análisis concluyente de la política ambiental del gobierno, pero al analizar algunos aspectos de la gestión de Juan Cabandié al frente del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación se pueden encontrar algunas características propias y pensar en el futuro de su cartera post COVID-19.
Origen y relato
El pasado 6 de diciembre, y para sorpresa de muchos, Juan Cabandié fue confirmado al frente del Ministerio de Ambiente en reemplazo de Sergio Bergman. La gestión de Bergman tuvo al frente de la agencia un perfil mucho más alto que sus antecesores (Juan José Mussi, Omar Judis y Sergio Lorusso) y fue el primer secretario/ministro de ambiente en atravesar toda la gestión presidencial desde la tristemente célebre María Julia Alsogaray. Su gestión estuvo en línea con la del presidente Mauricio Macri: una fuerte presencia en organismos internacionales, atracción de inversiones al país y nulas confrontaciones con el sector privado. Bergman entendía a la agenda ambiental como un espacio donde “la grieta podía cerrarse”.
Cabandié y Bergman tienen en común que sus llegadas al Ministerio de Ambiente
estuvieron relacionadas con sus roles en los espacios políticos y no por su formación específica en la materia. Bergman había sido unos de los primeros en vociferar públicamente que Mauricio Macri iba a ganar las elecciones presidenciales en 2015 y Juan Cabandié fue un hombre clave en el acercamiento entre Sergio Massa, Cristina Fernández y Alberto Fernández y su posterior triunfo electoral. Si bien tienen un origen en común, sus narrativas son muy distintas.
El relato de Bergman fue conciliador incluso con las actividades más cuestionadas desde la perspectiva ambiental. Fracking, glifosato, minería, todo cabía bajo el paraguas de la aceptación y “regulación” por parte del Estado. En cambio, Cabandié en su poco tiempo al frente del ministerio tuvo declaraciones fuertemente confrontativas con el sector privado. Llamó “veneno” al glifosato, denominó “inconcebible” y “atroz” el impacto ambiental de Vaca Muerta y se manifestó en contra de la “megaminería salvaje extractivista”. Por primera vez en su corta historia, la cartera ambiental de nación tiene un ejecutivo que confronta con una gran parte del sector productivo del país. Sin embargo, Juan Cabandié es todavía un perro que ladra pero que no muerde.
Agenda y futuro
La agenda ambiental progresista de la narrativa impulsada por Cabandié encuentra freno en su misma alianza política. Las críticas a las prácticas agropecuarias y a los agroquímicos tienen como contrapeso al Ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Luis Basterra. Hombre de confianza del gobernador formoseño Gildo Insfrán, es cercano a los productores agropecuarios y tuvo un rol importante en la incorporación del paquete transgénico (sí, de Monsanto) a la producción algodonera. En un país necesitado de generación de divisas y equilibrio en su balanza comercial, la disputa con sectores agropecuarios parece estar dirigida a la distribución de la renta más que a los modos de producción.
Las críticas a la minería y al fracking encuentran un freno mucho más explícito por parte del presidente de la nación. En plena campaña, Alberto Fernández afirmó que San Juan es un ejemplo de minería responsable para el resto del país, y luego designó a Alberto Hensel (ex ministro de minería sanjuanino y cercano a la Barrick Gold) al frente de la Secretaría de Minería de la Nación, además de asegurar que “Vaca Muerta tiene un rol central en la recuperación del país”. Lo mismo entienden las autoridades provinciales neuquinas y Guillermo Nielsen, quien fue designado al frente de YPF por sus contactos en el mercado financiero con el objetivo de mantener las inversiones en el sector.
El relato de Cabandié encuentra su límite no solo en su propio gobierno, sino también en la realidad político-económica del país. La reposición del “barril criollo” como forma desesperada de mantener en pie a la actividad petrolera, a las cuentas provinciales y a Vaca Muerta anclan la matriz energética nacional a los combustibles fósiles, echan por tierra a cualquier crítica interna al fracking, y dificultan cualquier proceso de transición y reconversión tecnológica productiva.
En este contexto complejo y cada vez más adverso para una política ambiental ambiciosa, Cabandié se aferra a la mil veces citada frase de Max Weber, “en política lo que no es posible es falso”. Gestiona una agenda cargada de imposibles y, en consecuencia, se enfoca en desafíos viables. Al ser consultado por Red/Acción sobre cuál es el principal desafío de su cartera, respondió “seguramente residuos sea una de nuestras prioridades”. Lo mismo puede inferirse de la comunicación que hace en sus redes. Respondiendo a su designación política, la mayoría de sus contenidos tiene que ver con lo partidario (apoyo a la gestión), lo institucional (actos, reuniones, efemérides), pero cuando se enfoca específicamente en contenidos de su área, generalmente lo hace para hablar de residuos o reciclado.
Incluso podría decirse que su mayor logro al frente del ministerio fue la gestión para
que el ejecutivo nacional derogue el decreto que permitía la importación de residuos.
La problemática de los residuos es uno de los temas urbanos más importantes. Si bien la gestión de los residuos es municipal, una solución requiere de trabajo interjurisdiccional y apoyo y financiamiento de entes superiores (provincia, nación u organismos internacionales). No representa una problemática menor, pero si es una política con muy baja conflictividad. ¿Algún actor de peso se opone a la erradicación de un basural? Además, este tema implica trabajo de coordinación política, vínculo con organizaciones civiles, y campañas de concientización, potenciales puntos fuertes del ministro. Residuos es la agenda perfecta para las características personales y las limitaciones políticas que el contexto le impone a Cabandié.
La pandemia obligó a los gobiernos a postergar lo necesario por lo urgente, pero más temprano que tarde, llegará la nueva normalidad y la agenda ambiental tendrá que ocupar rol central en ese proceso de transformación. ¿Se le dará prioridad al ambiente por sobre la economía, como actualmente se está haciendo con la salud? ¿Podrán convivir dentro del gabinete presidencial posturas tan opuestas sobre el modelo productivo argentino? ¿Quedarán nuevamente bajo la alfombra los conflictos inherentes a la política ambiental? Transcurrido apenas el 15% del mandato presidencial, es todavía temprano para encontrar respuestas a todas estas preguntas, pero ya es hora de formularlas.