*Esta nota fue originalmente publicada en el periódico Femiñetas (www.feminetas.com) que dirige Florencia Coll
Por: Jorgelina Hiba
Ilustración: Cho Bracamonte
En un planeta atravesado por la incertidumbre y la inmediatez, hay al menos dos grandes movimientos que se expresan como crisis del orden preestablecido y que tienen la particularidad de coincidir en el tiempo: la puesta en cuestión del modelo patriarcal, y el agotamiento de formas de producción económica que están cambiando la naturaleza con una magnitud tan grande que los geólogos le han dado el nombre de una nueva era: el antropoceno, la primera era durante la cual la conducta de una especie (la humana) altera el paisaje y el devenir de la Tierra.
Esas dos crisis tienen quien las interpele y esas dos voces que crecen en diferentes rincones del planeta son el feminismo y el ambientalismo. Con sus puntos de encuentro y sus tensiones a flor de piel, estos dos poderosos vectores de cuestionamiento al orden establecido encuentran un lugar de síntesis en el ecofeminismo, una idea anclada en dos palabras suaves que saben también ser ásperas si hay peligro en el aire: el cuidado y el arraigo.
Sobre esa base conceptual y también de acción crece el protagonismo de las mujeres en las luchas socioambientales y en los procesos autogestivos: respuestas humanas sensibles ante la crisis ecológica crecida a la sombra de un capitalismo post industrial en el cual la noción de “neoextractivismo” vuelve a ser clave sobre todo en las naciones del sur, desde siempre atadas a la explotación de sus bienes naturales para apuntalar procesos de crecimiento económico.
Existen un par de ideas en torno a las cuales este protagonismo se estructura: arraigo y cultura del cuidado entendidas como inspiración central para pensar una sociedad sostenible a través de valores como la reciprocidad, la cooperación y la complementariedad.
Ecofeminismo recargado
El ecofeminismo es un movimiento que busca hacer frente a la crisis ambiental y de cuidados que atraviesan tanto las mujeres como el planeta a través de la lucha simbólica y concreta de las mujeres en todos los ámbitos de la vida.
Si bien se trata de un término acuñado en los años 70 del siglo pasado, en los últimos años sus aportes han tenido mayor difusión de la mano de dos temáticas: la crisis ecológica y la crisis del modelo patriarcal.
Para la socióloga argentina Maristella Svampa el ecofeminismo llegó para poner en cuestión los modos de producción dominantes a través de un discurso y una acción ampliada que revalorice territorios “colonizados y dominados” como el cuerpo de la mujer y la propia naturaleza. Y que además desacralice discursos endiosados como el del “progreso” priorizando una renovada cultura del cuidado del otro, sea quien fuere
“Los ecofeminismos proporcionan elementos para la reflexión y la praxis absolutamente fundamentales. Contribuyen a desmantelar ese abismo que separa ficticiamente humanidad y naturaleza; establecen la importancia material de los vínculos y las relaciones; se centran en la inmanencia y vulnerabilidad de los cuerpos y la vida humana y dan al vuelta a las prioridades, situando la reproducción natural y social como elementos, indisociables entre sí, y cruciales para metabolismo social” explica svampa.
(Des) encuentros
A pesar de los muchos puntos en común, no siempre feminismo y ambientalismo han caminado a la par. Así lo piensa Silvia Vidal, ingeniera agrónoma e integrante de la Red Defensoras del Ambiente y del Buen Vivir de argentina, quien insiste con la idea de que los feminismos incorporen la agenda ambiental a sus debates y reclamos. svampa avanzó en el mismo sentido al considerar que algunas expresiones del feminismo (sobre todo las urbanas/capitalinas) necesitan ampliar miradas para tomar también nota de las luchas por la salud y la vida en los territorios, que siempre quedan lejos de los lugares donde actúan los tomadores de decisiones.
“El ecofeminismo nació en las luchas callejeras y no en los claustros académicos” dijo la socióloga, para quien existe una conexión entre la colonización de la naturaleza y la colonización del cuerpo de la mujer englobada bajo la idea de dominación y la lógica patriarcal de no respeto al diferente. “Hay vínculos sólidos entre género y ambiente. Se trata de reapropiarse del cuerpo y de la Tierra, de aquello que nos fue expropiado” sintetizó, para agregar que el neoextractivismo es una de las caras de la cultura patriarcal.
Finalmente, la antropóloga Rita Segato pone el foco en el concepto de arraigo como modo de resistencia: “estamos ante una rapiña territorial y una rapiña de los cuerpos que nos dice que la Conquista aún está en curso en buena parte de nuestros territorios. La mujer es sujeto de arraigo, y el arraigo es hoy el mayor enemigo de los monopolios y de los modelos hegemónicos”.